lunes, 5 de noviembre de 2012

Morir


Mirarte es desintegrar las estrellas
ante la luz sanadora
y así ver nacer a casi todas las cosas
tanto que parece justificar
los días de hambre y soledad
en los que pensaba  me moría
 Neutralizas todo movimiento de huida
para mostrarme con vanidad
que tú eras el ser que yo más quería
y ambicionaba acariciar
 Cada instante que corría para averiguar
si acaso tú recordarías nuestro caminar,
las tardes de arena ,
la lluvia mojando nuestra ropa,
las inagotables gotas de la mar
briseando en tu cara y en tu forma de besar.
 Desperdiciamos el tiempo en pensar
cuántas veces podríamos morir
para lograr resucitar
abrigando la esperanza de podernos encontrar
en otra vida quizas,
naciendo con distintas manías,
teniendo menos navajas y precipicios  a donde saltar.
 De esta vida ya sabemos
como te asedio sin escrúpulos
la carne y los huesos,
queriendo aparentar ante tus ojos
fortaleza a lo incierto,
a la penumbra que habitaba en mi pecho.
 A los horrores que me causaba verme al acecho,
saberme carroña irrumpida por los secretos,
sólo logré que me miraras con piedad
sin atinar a nada
ni a tu locura ni a tu deseo.
 Así me encontré de pronto con la oportunidad
de dibujar lo pálido de tu cuerpo,
defensor de este amorío y protector de lo virginal
aferrado amablemente a colorear tu sonrisa
absorbiendo el dolor que se extendía
al pensarte y saberte tan lejos de mi.
 Morir en tus ojos que me olvidaban
resucitar en las palpitaciones
sin esperar necesitar el abrigo de nadie más,
morir con la amarga satisfacción que se siente
cuando la causa de la muerte es el amor
resucitar inconscientemente de tus labios
cuando todo se vuelva sombrío y helado.
 Morir dolorosamente sin tus brazos
resucitar esporádicamente con  tu encanto
aun cuando las esquirlas perforaban
uno a uno mis sueños a tu lado,
morir en la sangre que hierve de un asesinato
tembloroso al imaginar tu cuerpo destazado,
resucitar para decirnos cuanto nos amamos

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