domingo, 2 de junio de 2019

Campos de olvido



A veces los campos de flores no suelen ser tan hermosos, pacíficos y relajantes como los imaginamos, como se ven en las imágenes, en las películas y en los carteles de publicidad, de hecho, la mayoría de las cosas suelen ser solo un espejismo, banalidades e historias reflejadas desde un punto menos vergonzoso.
Aquel que observa a un costado desde la cúspide de una roca no es quien para dar dulzor a lo que su interior aguarda, la visibilidad esta en caminar entre ellas, rosar las hojas, cautivarse y ver a fondo cada partícula que recubre los pétalos, sentir la briza entre los dedos y sufrir cada espina que atraviese tu cuerpo.
Pero el problema está en que, si el visaje desde aquella roca parece frágil, maravilloso y con esa magia de cuento de hadas ¿para que adentrase en lo imposible?, ¿para qué sentir esa profundidad? si a los ojos solo le basta la distancia. Aquel que se adentra vanamente termina como un simple espectador cuando un insecto es devorado por las hormigas, cuando aquella briza fuerte desprende los hermosos capullos de gusano que no  lo lograr su metamorfosis, ahí gentil mirando sin saber qué hacer, juzgando y tirando piedras a quien cree es el culpable, pero más allá de los simples juicios solo es una estatua, una simple oveja del mundo que sigue con fanatismo aquello que parece tabú y escandaloso y que con cada cosa que observa va dando un paso hacia atrás para terminar nuevamente en aquella cima de la roca, olvidando rápidamente lo que sus ojos pudieron ver.




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